Capítulo 3: Tango de Mentiras entre las Costillas de Gaudí

Categoría: Romántico Autor: SexyDog Palabras: 1469 Actualizado: 25/04/16 20:59:52
El trencadís de la Casa Milà brillaba como escamas de dragón bajo la luna llena. Irene se estremeció al notar que la sombra de Lucas se proyectaba sobre los balcones ondulantes -demasiado perfecta para ser real, como si Gaudí hubiera esculpido su silueta en el aire salino del Mediterráneo.

"¿Sabías que los obreros mezclaban monedas con los mosaicos?" Lucas susurró acercando sus labios a la cicatriz en forma de espiral que Víctor había dejado en su clavícula. Sus dedos, hábiles como los de un concertista de piano, trazaron la curva de su cintura mientras fingían ayudarla a subir a la azotea. "Esperanza clandestina contra la tiranía de los ricos".

Irene contuvo una mueca al sentir el pendrive que él deslizaba en su corsé. El dispositivo -oculto dentro de una figurita de porrón catalán- emitía un tenue calor contra su piel. "El Sr. Salgado dice que mentís más que un político en campaña", replicó, sus uñas azabache clavándose en el símbolo del anarquismo que Lucas llevaba tatuado en la muñeca.

Un redoble de cajón flamenco les hizo girar hacia las escalinatas. Entre los arcos parabólicos, Víctor observaba la escena con un habano entre los dedos, su sombrero Cordobés proyectando una mancha de tinieblas que devoraba los mosaicos de colores.

"El inspector Ferrer olvida mencionar su propio museo de cadáveres", su voz resonó como trueno sobre el mármol de Montjuïc. Con un gesto teatral, lanzó un sobre manchado de carmín que se desparramó a los pies de Irene: fotos de un cuerpo femenino desfigurado en el puerto, el logotipo de Interpol tachado con esvástikas. "¿Reconoces la pulsera, querida? Es de tu amiga Sofía... antes de que su protector aquí presente la dejase caer en manos de los Zetas".

El olor a pólvora rancia impregnaba el sótano de la Pedrera. Lucas colocó una Beretta 92FS entre las manos temblorosas de Irene, sus dedos sellando las cicatrices que dejaron las esposas de Víctor.

"Presión constante, no un beso apasionado", broméo mientras ajustaba su postura. Su aliento caliente en la nuca de Irene activó recuerdos de la celda moruna -las caricias de Víctor grabadas a fuego en su médula-.

El blanco era un poster de Victor con el rostro perforado por docenas de impactos. Al disparar, Irene descubrió que las balas eran de fogueo. "¿Ves este tatuaje?" Lucas levantó la manga izquierda revelando coordenadas idénticas a las de Víctor. "Tu amado verdugo y yo compartimos... tutores en Belgrado".

En el forcejeo por recoger los casquillos, Irene logró robarle una llave USB oculta en su cinturón con iniciales S.C. Al conectarla secretamente en su reloj-pulsera, encontró grabaciones de Víctor negociando con Talibanes... y un video de su madre sonriendo en lo que parecía un hospital suizo.

Los vitrales del comedor teñían de sangre el mantel de lino. Víctor servió rabo de toro estofado con un vino de Priorat añejo como la cicatriz que le cruzaba el torso.

"¿Sabes cómo doman a los caballos en Jerez?" Cortó la carne con un cuchillo jamonero que brillaba bajo la luz de las arañas de cristal. "Les rompen las costillas una a una hasta que obedecen". Su mirada se clavó en el broche de azabache que Irene había robado de la habitación de Marta.

La sobremesa fue un baile de amenazas elegantes. Al servir el crema catalana, Víctor dejó caer "accidentalmente" un sobre con análisis médicos: la enfermedad de la madre de Irene era ficticia. "Tus lágrimas tenían sabor a mentira", susurró lamiendo la cuchara de postre antes de clavarla en el mantel junto a su mano.

Cuando Irene intentó huir, la música de "Asturias" de Albéniz estalló desde un gramófono oculto. Víctor la arrastró al centro de la sala donde los mosaicos de peces prehistóricos parecían nadar alrededor de sus pies descalzos.

"Baila como si tu vida dependiera de ello", ordenó mientras su mano descendía como garra hacia la marca de mordiscos en su hombro. Al girar, Irene sintió que le arrancaba el pendrive del corsé... para reemplazarlo con un microchip que emitía un tic-tac siniestro.

El eco de gotas de agua sobre plomo guió a Irene hasta la cripta donde Marta custodiaba archivos con sellos del Vaticano. Entre contratos de tráfico de órganos y fotos de Sofía con los ojos cosidos, encontró su propia partida de nacimiento alterada:

"Padre: Alvaro Castaño (†1993. Atentado ETA Calle Correos)".

Un rugido de motores la sorprendió en el patio andalusí. Lucas esperaba en una Ducati Panigale, el casco decorado con el símbolo anarquista que ahora le parecía una burla. "Sube o quédate a ser su trofeo de caza", gritó sobre el estruendo de las cámaras de seguridad estallando a balazos.

Al abrazar su cintura durante la huida por Las Ramblas, Irene descubrió el olor a pólvora y lavanda que impregnaba su chaqueta de cuero -idéntico al de las sábanas en la celda de Víctor-.